martes, 29 de enero de 2013

El peso del mundo.

No puedo leer un solo libro.
Una sola página.
Un solo párrafo.
Ni una línea.
No puedo escribir,
ni coger el teléfono,
ni encender un cigarrillo,
ni extender las piernas,
ni levantarme
siquiera
de esta silla.
Si me buscara
el pulso
estoy seguro
de que no me lo encontraría.
Realmente no sé
lo que me pasa.
No es asco.
No es hastío.
No es abulia.
No es cansancio.
No es indiferencia.
Son todas esas cosas
y no es ninguna.
Es como si el mundo
se me hubiera
parado
encima.


Roger Wolfe.


 

lunes, 14 de enero de 2013

Amor asesino.


La miraba. No podía dejar de mirarla.
La mujer más bella del mundo yacía en el suelo de mi apartamento.
Me acerqué a ella y me tumbé a su lado, mirándola a los ojos, sus ojos verdes... Ella me miraba con frialdad. Acaricié su mejilla blanca y fría mientras veía pasar nuestros mejores momentos.
Recordé aquél día en el parque cuando sonriendo me dijo que me amaba. Fue el mejor día de mi vida.
La quiero. La amo. Haría cualquier cosa por ella...
Me encanta recordar como me daba los buenos días; taza de café en mano y contoneando su gran cuerpo por la habitación. Era una chica maravillosa, era la chica de mis sueños, perfecta para mi. Perfecta en todos los sentidos.


Un ruido en el piso de al lado me hizo volver a la realidad. Abrí los ojos y la miré, el golpe en la cabeza fue certero. Un golpe y al suelo... Siempre fue débil.

Envolví su cuerpo en una manta y la metí en el maletero del coche. La enterré en mitad del monte.
O era mía o no era de nadie.






sábado, 12 de enero de 2013

Las palabras perdidas.


Mientras tomaba el último aliento me dijo con voz calmada que había escrito algo grande, una historia que cautivaría al mundo y lo dejaría perplejo.

- Te hará rico -me dijo con una media sonrisa.

Murió antes de decirme donde había escondido el bloc.

 
Me dejó con la incertidumbre. Nunca valoré su don, nunca leí ni uno de sus relatos, no le dediqué tiempo a escuchar lo que pensaba, la obligué a no hablar de literatura conmigo: “Sabes como me aburren los libros”- le decía constantemente.  
Odiaba como perdía el tiempo escribiendo historias de amor. No me gustaba su columna semanal en el periódico con más prestigio de la ciudad. No me gustaba su blog de poemas, ni esas malditas reuniones del club del libro.
 
Me llegó a odiar y lo único que la unía a mi era su enfermedad. Sé que por eso se mantuvo a mi lado hasta el final, necesitaba a alguien que la cuidara y le diera un sitio cómodo donde morir. Me detestaba, su madre tenía razón; nunca fui lo suficientemente bueno para ella.


Llevo 7 años buscando esa maldita historia que cambiará el mundo y que me haría rico... No existe ninguna historia. Me he vuelto loco y escribo esto mirando el revolver que hay encima del escritorio, preparado para acabar con mi sufrimiento. 
Hoy me di cuenta que eso es lo que ella quería. Esta es su venganza, no existe ninguna historia que vaya a sorprender al mundo entero, no existe ningún bloc.