martes, 19 de marzo de 2013

Se busca terapeuta.


Recuerdo una sesión de terapia con la doctor Robinson. Él me hizo ver que mi verdadero problema no eran los hombres sino mis impulsos. Decía que no era tan malo ser impulsiva.
Pobre ignorante, él no sabía ni la mitad de mi. No sé como me las apañé para ir a sus sesiones durante 6 meses, bueno, sí lo sé, me encantaba verlo, como hablaba, como olía. Olía realmente bien.
Ni más ni menos seis meses inventándome una vida llena de problemas y traumas. La única media verdad que le conté fue la de mis problemas con los hombres. No le expliqué, claro está, como solían acabar aquellos hombres que no terminaban de complacer mis deseos.


Con trece años llegué a la conclusión de que no era una niña normal y corriente. No podía controlar mis impulsos. Maté al perro del vecino y lo enterré en el jardín trasero. Con dieciséis intenté acuchillar a mi padre y con diecinueve mate al chico que se llevó lo único bueno que quedaba en mi. Ahora tengo un diario con un centenar de nombres y lugares donde yacen. El primer paso para superar el problema es aceptarlo, eso me dijo el doctor Robinson.
Lo acepto e intentaré arreglarlo, pero ahora necesito un psicólogo nuevo y añadir el nombre de Jonh Robinson al diario.








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